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Patrimonio

La actual Iglesia fue construida entre 1952 y 1954 sobre el mismo solar que ocupaba la anterior iglesia románica que databa del siglo XI y que fue derribada en 1952.

Fue proyectada por el arquitecto leonés D. Juan Torbado Franco y actuó de contratista D. Ángel Panero.

Se colocó la primera piedra el 31 de agosto de 1952.

Se inauguró el 5 de septiembre de 1954.

Tanto la colocación de la primera piedra como la inauguración fueron presididas por el obispo de la Diócesis de León D. Luís Almarcha Hernández.

Dicen las gentes del lugar que es la casi catedral de la montaña.

La parroquia que celebra sus fiestas el 15 de agosto, honra a Nuestra Señora de la Asunción.

Se conserva en el interior del templo una escultura de la Patrona del s. XVI y una escultura del Cristo crucificado del s. XVIII.

¡Majestuosa ella! Su construcción fue financiada íntegramente por D. Pablo Díez Fernández, nacido en Vegaquemada en 1884 y fallecido en México en 1972.

El pueblo agradecido con tan ilustre hijo mando construir un monolito sobre el que se colocó el busto de D. Pablo.

En el lugar donde se levanta la iglesia actual hubo otra construida a finales del siglo XII.

Estaba a mitad de camino entre Vegaquemada y Hilván, un despoblado que no superó la Edad Media.

Los dos tuvieron iglesia propia la de Hilván dedicada a San Fabián y San Sebastián pero acordaron compartir una, construida por ambos.

Al finalizar el siglo XIX aquella construcción estaba arruinada y sin culto se trasladó a la capilla de los Guzmanes, en el centro del pueblo-.

En 1924 los vecinos hicieron un sacrificio para restaurarla, pero las fuerzas no fueron suficientes y la torre permanecía descabezada.

Por esta época empezaba el éxito de D. Pablo en sus negocios y, en un viaje a Vegaquemada en 1929, para que la torre de su pueblo presentara otro aspecto más alegre, financió el chapitel de pizarra que algunos conocimos y completó la rehabilitación del edificio.

Empezaba a cumplir la promesa que se había hecho así mismo cuando emigró a Méjico: mejorar su pueblo y la Virgen del Camino.

Esta es la prehistoria de la obra que hoy celebramos.

A mitad de siglo vio D. Pablo llegada la hora de realizar sus proyectos.

Después de construir su casa, cuando finalizaba el Grupo Escolar que llevaría el nombre de su padre Ceferino Díez y la Traída de aguas, se puso en contacto con el obispo de la diócesis, D. Luís Almarcha Hernández, con quien entabló estrecha y fructífera amistad.

Entre los dos elaboraron la idea de una construcción que siguiera el estilo de la antigua iglesia y se la encargaron a un arquitecto de prestigio, D. Juan Torbado Franco, que estaba asistido por su esposa, una alemana, doctora en arquitectura.

Su ideología racionalista le llevó a trazar una obra neorrománica, donde la geometría tiene un protagonismo total: altura, capacidad curvas y espacios tienen unas proporciones absolutamente perfectas, La libertad para la traza y la nobleza de los materiales empleados consiguieron la obra extraordinaria que hoy admiramos.

Fue contratista D. Ángel Panero que actuó, a la vez, de aparejador, D. Eugenio Corral, jefe de obras.

Después de trasladar el cementerio al nuevo emplazamiento para incorporar su solar al de la iglesia, empezó la demolición el 8 de junio de 1952, y el 31 de agosto del mismo año el obispo bendecía, en una ceremonia solemne, la primera piedra, que quedó oculta por la columna que sostiene ahora el sagrario.

Antes que habían hecho los cimientos y toda la infraestructura de hormigón.

Para esto se movilizaron todos los vecinos del pueblo que sacaron del río y transportaron con sus carros la arena necesaria.

Pero no había sitio ni se podía controlar la llegada y la capacidad de tantos corros (unos cuarenta) y, cuando empezaron a colocar la piedra en las paredes, el Sr. Corral se quedó únicamente con dos que acarrearon la totalidad de la arena para el resto de la obra: Atilano Díez y Alberto González.

La piedra se extrajo de las canteras de Boñar, Las Bodas y Llanera, en el Calero de Palazuelo.

Allí trabajaron un grupo de canteros gallegos con algunos del pueblo, como Primitivo Córdoba, Litinio González y José Martínez.

Los gallegos enseñaron a labrar la piedra a todos los demás, y fueron muchos los que participaron en la colocación.

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